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LA DESCONFIANZA: NUESTRA ENEMIGA INTERIOR



Cuando somos niños, miramos el mundo con inocencia, con curiosidad. Desconocemos lo próximo que nos pueda pasar. Nos lanzamos a descubrir el mundo con cierta seguridad e ingenuidad. Muchas veces, encontramos experiencias que nos provocan sorpresa y alegría. Otras veces, ocurren experiencias que nos pueden provocar miedo, ira o aversión. Estas últimas experiencias, al igual que los buenos y alegres recuerdos, se puede decir que pueden dejar una huella bien profunda en nuestras mentes. Cuando tenemos un recuerdo doloroso podemos experimentar miedo, ansiedad, tristeza, coraje, frustración, entre otras. Estas emociones, a su vez, traen otros pensamientos con respecto a la idea original que siguen provocando emociones que nos hacen sentir incómodos con nosotros mismos e incapaces de dar término a estos estados. De ahí se va generando la desconfianza.

Mucha gente se pregunta el por qué se va originando este sentimiento. En mi experiencia clínica y personal, muchas personas utilizan la desconfianza como un mecanismo de protección. Este mecanismo se desarrolla de forma consciente o inconsciente como una manera de lidiar con los estresantes. Una vez escuché a uno de mis pacientes decir: “Las cosas están tan mal. ¿Cómo poder pensar en lo positivo? La vida te obliga a pensar de forma negativa primero; ya que si las cosas salen mal, ni me sorprendo, ni me frustro”. Sin embargo, ¿cómo uno podría vivir tranquilo si siempre está esperando lo peor? ¿Qué visión uno podría tener de la vida si opta por pensar de forma negativa o catastrófica? Estos mecanismos de defensa sólo funcionan por tiempo limitado y no resuelven la situación, más los mismos tienen otras complicaciones a largo plazo.

El vivir constantemente en desconfianza genera ansiedad. A su vez, los periodos de ansiedad prolongados pueden tornar a las personas que las padecen a estar mucho más propensos a desarrollar Depresión Mayor, Trastorno de Ansiedad Generalizad, Trastorno de Pánico con o sin Agorafobia, fobias específicas, entre ellas la Fobia Social. La desconfianza provoca aislamiento. Hace que uno se aleje de la ayuda necesaria y que se agrave más la condición. Si bien para algunas personas el tener un grado de desconfianza les da un sentido de seguridad, lo cierto es que sucede todo lo contrario. Hay pacientes que se han dado cuenta que, al albergar la desconfianza en sus mentes, sienten que cuando les suceden eventos positivos en sus vidas no se los pueden disfrutar completamente. Sienten como si la felicidad fuera difícil de alcanzar y que solamente estos momentos pueden ser “pasajeros”. Esta es una gran desventaja, ya que esta decisión provoca que la persona se esté saboteando todo momento en el cual puede sentirse bien consigo mismo por esperar que “algo malo siempre” ocurra. Al estar en un estado de constante negatividad, afecta nuestro proceso de toma de decisiones.

La desconfianza y la negatividad estancan, quitan el poder que tiene el ser humano para hacer cambios en pos de su evolución. Nos han dicho que somos seres de costumbre, lo cual es totalmente falso. Somos seres que estamos enfrentando el cambio día a día. Todos los días desechamos de nuestro cuerpo células muertas en la piel y cabellos. Jamás somos los mismos desde que nacemos hasta que morimos. La inteligencia, el comportamiento, y la manera de adaptarnos a las situaciones son distintos a los 5 años de edad y a los 40 años de edad. Inclusive, hasta la ropa que nos ponemos es distinta. ¿O acaso te vistes con la misma ropa que cuando estabas en la escuelita maternal teniendo mayoría de edad? Pues, asimismo evolucionamos en nuestras creencias e ideas a lo largo de la vida. Es por eso que el tener ideas limitantes fijas, como la desconfianza y la negatividad, estanca tu crecimiento y no te dejan evolucionar.

El tener desconfianza hace que la comunicación con otras personas no fluya de manera clara y armoniosa. Da paso a que no disfrutes de su ayuda o compañía por estar “con el cuchillo en la boca”. Lo más desastroso de toda esta situación es que no te deja escuchar tu voz interior; tu intuición. El resultado es que dejas de confiar en ti mismo.

Les invito a que analicen bien si es conveniente o no generalizar la desconfianza en sus vidas. Un ejercicio que me ayudó a ganar la confianza en mí misma, en los procesos de la vida, y en el Ser Supremo que está dentro y alrededor de mí fue el hacer una lista de las ventajas y desventajas de tener siempre desconfianza. Por experiencias de mi pasado, albergué desconfianza en todo lo que me rodeaba. Vivía en un mundo de incertidumbre y angustia constantes. Estaba bien segura que tenía que desconfiar para poder “defenderme” en la vida. Cuando hice este ejercicio tuve una gran sorpresa. Solamente habían dos “ventajas” del porqué desconfiar versus sobre quince (15) desventajas al desconfiar. Escribir esta lista y verlo “en blanco y negro” me ayudó a tomar la decisión de que no necesitaba tener estas creencias y que, obviamente, tenía que hacer un cambio a creencias con más optimismo y que me dieran un sentido real de seguridad. Este ejercicio me ayudó a ver mis fortalezas y a darles más poder que a mis áreas débiles. Me ayudó a trabajar de una manera más objetiva y amorosa con mis aspectos más vulnerables. Fue un excelente ejercicio que hasta el día de hoy me ha ayudado a vivir una vida a plenitud, con paz y bienestar en mi mente y mi corazón, a pesar de las adversidades. Entonces, ¿acaso no es bueno probar vivir en confianza? Compruébenlo por ustedes mismos.


La Dra. Anissa V. Hernández es Psiquiatra, Master Reiki y Autora del libro Una Transformación al Amor. En el libro se trata de cómo sanar las secuelas del abuso sexual infantil y llevar una vida saludable a plenitud. Si deseas una consulta puedes hacerlo comunicándote al 787-326-2259 en el Centro Holístico para el Bienestar de la Salud Mental, C.S.P.

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